6 de agosto
LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR
Fiesta
Cuando esta fiesta no cae en domingo, antes del evangelio se escoge una sola de las lecturas siguientes:
PRIMERA LECTURA Lectura de la profecía de Daniel
7, 9-10. 13-14
Salmo responsorial Sal 96, 1-2. 5-6. 9 (R.: la y 9a) El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables. Tiniebla y
nube lo rodean, justicia y derecho sostienen su trono. R. SEGUNDA LECTURA Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro
1, 16-19 ALELUYA Mt 17, 5c Año A:
Su rostro resplandecía como el sol †Lectura del santo evangelio según san Mateo
17, 1-9 Año B: Este es mi Hijo amado
†Lectura del santo evangelio según san Marcos
9, 2-10 Año C: Moisés y Elías hablaban de su muerte †Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 28b-36
Su vestido era blanco como nieve
Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su
vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono,
llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba
delante de él. Miles y miles le servían. millones estaban a sus órdenes. Comenzó
la sesión y se abrieron los libros. Mientras miraba, en la visión nocturna vi
venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y
se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones
y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.
Palabra de Dios.
R.El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra.
Los montes se derriten como cera ante el dueño de toda la tierra; los cielos
pregonan su justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria. R.
Porque tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra, encumbrado sobre todos los
dioses. R.
Esta voz del cielo la oímos nosotros
Queridos hermanos: Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de
nuestro Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que
habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Él recibió de Dios Padre honra y
gloria, cuando la Sublime Gloria le trajo aquella voz: «Éste es mi Hijo amado,
mi predilecto.» Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros, estando con él en
la montaña sagrada. Esto nos confirma la palabra de los profetas, y hacéis muy
bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro,
hasta que despunte el día, y el lucero nazca en vuestros corazones. Palabra de
Dios.
Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.
EVANGELIO
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta.
Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus
vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías
conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: —«Señor,
¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías.» Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los
cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: —«Éste es mi Hijo, el
amado, mi predilecto, Escuchadlo.» Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces,
llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: —«Levantaos, no
temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando
bajaban de la montaña, Jesús les mandó: —«No contéis a nadie la visión hasta que
el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.» Palabra del Señor.
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos
solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se
volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del
mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro
tomó la palabra y le dijo a Jesús: —«Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a
hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Estaban
asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: —«Éste es mi Hijo
amado; escuchadlo.» De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a
Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: —«No
contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de
entre los muertos.» Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir
aquello de «resucitar de entre los muertos». Palabra del Señor.
En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto
de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus
vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran
Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a
consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y
espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras
éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: —«Maestro, que bien se está aquí, Haremos
tres tiendas: una para ti, otra para moisés y otra para Elías.» No sabía lo que
decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se
asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: —«Éste es mi Hijo,
el escogido, escuchadle.» Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo.
Ellos guardaron silencio, y por el momento, no contaron a nadie nada de lo que
habían visto. Palabra del Señor.